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Artículo publicado en la Revista Stellium nº17: "Desvelo", Junio 2024


Los gestos de la(s) Astrología(s)

Por Fran Stella


Imagen de Solen Feyissa
Imagen del autor Solen Feyissa

Esta nota surge de dos necesidades. Por un lado, encontrar las zonas de contacto donde el lenguaje astrológico y la(s) teoría(s) cuir (queer) se contaminan y, por el otro, reflexionar acerca de los gestos que es posible desplegar de la(s) astrología(s).

Como escribe Marie Bardet en Hacer mundos con gestos: “Atender a los gestos es la ocasión para escapar de toda una serie de binarismos diversos; de la oposición entre cuerpo y mente, entre técnica y poesía, entre sustancia y energía, entre fuerza humana y no humana, entre necesidades primarias y deseo, entre teoría y práctica, entre materialidad e inmaterialidad” 1. Yo agregaría, entre cielo y tierra.

Esta nota se centrará en el pasaje de Leo a Virgo, que se corresponde con la distancia/relación de 150 grados desde el grado 0 de Aries. Atendiendo a la dimensión de la astrología como dispositivo de ubicación temporal y espacial, sobre todo en el surgimiento de la agricultura y la navegación, me propongo acercar algunas ideas/imágenes del texto Fenomenología Queer, de la teórica queer-migrante Sarah Ahmed, para pensar en posibles gestos cuir a la hora de trabajar con la astrología.


Introducción

La astrología puede ser muchas cosas. Entre ellas, un lenguaje simbólico. Su manera de nombrar la realidad es circular porque la matriz de la que se desprenden sus símbolos es un círculo: el Zodíaco es una circunferencia que está dividida en 12 partes. Es decir que cada signo es una distancia de 30 grados. Una distancia es un recorrido temporo-espacial, que en este caso es curvo.

Por cuestiones pedagógicas, solemos tomar a Aries como la puerta de entrada o el punto de arranque del Zodíaco por su textura explosiva y su dirección afilada hacia adelante. En realidad, como toda rueda, el Zodíaco no tiene principio ni fin, sino que describe giros permanentemente. Aquí es cuando realizamos un primer corte para desplegar ese círculo en línea recta.

Siguiendo este análisis, Aries se transforma en metáfora del “Yo” que se estructura y se define a sí mismx en relación a un deseo. Quizás sea importante en este momento imaginar el deseo como una dirección sin forma: no tanto como desear algo en concreto, sino como orientación vital que nos pone en movimiento y que puede incluir, en su recorrido, muchos objetos de deseo.

Por otro lado, también es lineal la manera en que las lenguas como el español construyen las frases. Es necesario recortar la realidad en partes pequeñas para delimitarla y volverla inteligible. En la distinción entre el sujeto y el objeto y el sujeto y el predicado, está implicada una separación entre el yo y el mundo. Si digo “estoy contemplando las estrellas”, el sujeto (yo) traza una línea divisoria con el objeto (el afuera, las estrellas) y ejerce una acción en relación a él. Es una expresión que nombra una acción unidireccional que separa.

En cambio, el zodíaco lleva inscritas múltiples relaciones angulares en simultáneo, distancias internas dentro del círculo que podemos imaginar como multidirecciones.

Pero volvamos a la imagen de Aries como el comienzo de un viaje. De un viaje que es el de la conciencia que se organiza alrededor de la sensación de “yo”, estructurada en torno al deseo como dirección caliente que seguimos. Muy a grosso modo, podríamos decir que lo que arranca en Aries se enfría y se vuelve denso en Tauro. En Géminis se diversifica y se combina y recombina indefinidamente, explorando los posibles vínculos entre las partes, y en Cáncer define un borde y toma forma. En Leo se vuelve consciente de sí mismx y se diferencia de la matriz que lo generó para expresarse. Un ejemplo bien concreto es el nacimiento de una persona que, al tiempo que se diferencia de la matriz generadora donde se gestó, define la fecha de cumpleaños en la que se celebra “ser quien unx es”.

La relación angular entre Aries y Leo es de 120 grados. Ambos son signos de fuego y podemos pensar que cuando nos relacionamos desde los 120 grados, algo se foguea y crece con mucha fluidez. Hasta ahora, en este viaje que recorre distancias curvas describiendo un círculo, la cosa viene aumentando. De la expresión ariana “Yo soy” llegamos a la expresión leonina “Yo soy yo”.

Sin embargo, se aproxima el momento de máxima distancia con respecto al punto 0: los 150 grados que coinciden con el signo de Virgo. A medida que la energía siga moviéndose, comenzará a aproximarse, en términos relacionales, al punto de partida: los 0 grados experimentados desde el extremo opuesto. Si bien desde la lógica lineal de la aritmética 180° es más que 150°, en el mundo circular de la geometría las reglas cambian. Astrológicamente sabemos que lo que hace que el espacio/tiempo Libra se sienta más cercano a Aries es el hecho de que ambos conforman un mismo eje. En palabras de Sarah Ahmed, “la diferencia descrita en términos de oposición mantiene las partes en línea recta” 2. Es decir que quizás nuestra conciencia percibe mayor distancia entre partes cuando la relación es oblicua que cuando las partes están alineadas en línea recta.

La imagen de Virgo representa un momento de extrema tensión interna en el que eso que en Leo parecía poder seguir creciendo y acumulando indefinidamente se enfrenta con un giro de dirección inesperado. Es decir, la distancia recorrida, que hasta ahora venía en aumento continuo, empieza a decrecer a medida que se acerca al punto de inicio pero desde el lado opuesto. Es una cuestión matemática bien concreta que es además una imagen poética: nuestra conciencia no puede seguir el camino que había imaginado en Leo y debe enrollarse, volverse curva, torcerse. Ese deseo que se manifestó en Aries y organizó el movimiento hasta ahora se encuentra con un orden más vasto, desde el lado poético, y con una propiedad intrínseca al círculo, desde el lado matemático.

Eso que se nos aparecía como un viaje lineal, un transcurrir de la vida en línea recta y hacia adelante, debe asumir la contradicción de ser parte de una matriz que es circular. En ese punto máximo de tensión, algo puede rendirse y colapsar para dejarse incluir. O bien, sostener a fuerza de calambres musculares la sensación de yo separado del mundo. Sería imposible frasear la expresión virginiana “Yo soy…” porque Virgo guarda dentro de sí la transformación del yo como estructura psíquica organizadora. Propongo, en esta nota, ese momento de pasaje entre Leo y Virgo como un momento cuir, como la invitación a volverse oblicux.

El mandala como direcciones

Además de las direcciones implícitas en el movimiento zodiacal por las propiedades mismas del círculo, podemos imaginar cada símbolo como una semilla de direcciones en potencia. Así, cuando decimos “Luna en Escorpio” o “Aries” se despliegan múltiples ideas e imágenes en simultáneo. No todas las direcciones refieren a lo mismo: arquetipos, imágenes, texturas, cualidades psíquicas, formas de vincularse.s

Esa articulación de planos diferentes (imagen, textura, vínculo, función, arquetipo) está relacionada con la distinción entre “el plano de las formas y el plano de la vibración". Cuando hacemos astrología, discernir entre estos dos es fundamental (aunque también podemos cuestionar una división tan binaria).

Tomemos por ejemplo la CASA VII, que tradicionalmente se asocia con la “pareja”. “Pareja” es una palabra que nombra el plano de las formas, es una de las tantas maneras que fuimos construyendo lxs humanxs para vincularnos con unx otrx diferente a nosotrxs, y que estuvo y está atravesada por la necesidad de estabilizar la circulación de energía sexual y ordenar la vida reproductiva dentro de la sociedad. Creo entonces que es importante siempre mantener cierto espacio abierto para explorar y mantener viva la pregunta sobre qué es vibratoriamente la CASA VII, además de la “pareja”.

Por eso es tal la importancia de actualizar las categorías y las palabras con las que traducimos el símbolo que, por supuesto, estarán atravesadas por los condicionamientos del mundo social que habitamos. Reconocernos parte de la humanidad que se construyó alrededor de la pareja como forma de organización de la sexualidad y de la sociedad y a la vez sostener un espacio interno para explorar qué otras cosas puede ser la casa VII.

Me interesa explorar las relaciones posibles entre la astrología y la teoría cuir teniendo presente este contexto. Muchas veces queremos ablandar los bordes de la astrología y volverlos permeables a lo que muchas personas exploramos en torno al género y la sexualidad, pero mi sensación es que nos quedamos en el plano de las formas: buscar alternativas para el uso de “femenino/masculino”, reemplazar “madre” por “persona maternante”, desasociar exclusivamente el término “trabajo” a Capricornio para que Cáncer pueda incluir los trabajos de cuidado y reproductivos. Pero ¿cómo sería imaginar una astrología que produzca efectos cuir en nuestros cuerpos cuando nos vinculamos con ella? Podríamos imaginar una con efectos similares a los que el momento virginiano produce sobre la consciencia leonina (el yo): el de torcerse.

Contexto histórico

Creo que para meterse en esta pregunta es necesario remontarnos un poco a la aparición de la astrología como lenguaje. Su surgimiento está estrechamente ligado a la transición del nomadismo al sedentarismo y la aparición de la agricultura. El cielo y las estrellas eran una manera de ubicarse temporal y espacialmente. Por ejemplo, cuando en Egipto comenzaba a verse Sirius, la estrella principal de la constelación del Perro, quería decir que prontamente crecería el Nilo y sus aguas nutricias inundarían la tierra para fertilizarla. La aparición de Sirius era sinónimo, entre otras cosas, de abundancia venidera, de vida que brota en la tierra, de alimento y sustancia vital disponibles.

Similarmente, hasta la aparición de los sistemas de geolocalización satelitales, tanto la navegación como la aeronavegación eran posibles gracias a las estrellas que permitían definir la dirección a seguir. Sabemos que el este es el este porque es el lugar por donde sale el Sol, sabemos que el norte es el norte por Polaris, buscamos el sur a partir de la Cruz del Sur y así…

En su libro Astrology and Cosmology, Nicholas Campion escribe sobre la relación de algunos pueblos con la astrología/astronomía: “Sus cuidadosas observaciones astronómicas no fueron motivadas por una curiosidad inherente, sino por su creencia de que las estrellas tenían un papel pragmático y relacional en su cultura. Un papel era económico: la necesidad de establecer correlaciones predictivas entre la posición de las constelaciones y otros eventos naturales importantes para la supervivencia de la comunidad, como la disponibilidad de alimentos particulares o el inicio de condiciones climáticas particulares. Una segunda función, igualmente necesaria para preservar la identidad del grupo, era una función socio-moral: la asociación de varias constelaciones con un complejo sistema de orientación moral y educación en la tradición tribal (...)”.3

De esto hace muchísimos años y la astrología, en su devenir como lenguaje simbólico, fue entretejiéndose con otras prácticas, otros saberes, otras territorialidades, y fue cambiando. Sin embargo, algo sigue igual: la astrología es una herramienta a la que muchxs nos acercamos para orientarnos, para encontrar una guía, una especie de combinación de mapa y brújula a la que podemos hacerle preguntas para “encontrar(nos)”. En los últimos años, muchas astrologías se organizan alrededor de la pregunta: ¿qué relación existe entre psiquis y cosmos?

Me interesa ir a fondo con la imagen que se me arma, al menos a mí, al escuchar la frase “Como es arriba es abajo, como es adentro es afuera”. Esta frase, que da cuenta de una posible relación entre nuestro psiquismo y el sistema solar, y que de tanto repetida a veces parece vacía, podría ser un mantra: arriba, abajo, adentro, afuera, norte, sur, este, oeste.

Me preocupa a veces la rectitud y la perpendicularidad con que se dibujan en mi mente estas palabras –estas direcciones–, como si la forma a la que se acoplan fuera parecida a los ejes X e Y de las funciones matemáticas. En su libro Fenomenología Queer, escribe Sarah: “La dimensión normativa puede ser descrita de nuevo en términos del cuerpo recto, un cuerpo que aparece en línea. Las cosas parecen rectas cuando están en línea, lo que significa que están alineadas con otras líneas.”4

Más adelante agrega: “El cuerpo se orienta en el espacio, por ejemplo, diferenciando entre izquierda y derecha, arriba y abajo, cerca y lejos, y esta orientación es crucial para la sexualización de los cuerpos” 5. Y sigue: “La fenomenología nos ayuda a entender cómo la sexualidad implica formas de habitar y de ser habitadxs por el espacio”6.

Teniendo en cuenta que la astrología puede ser pensada como una manera de habitar y ser habitadxs por el espacio y el tiempo, de todo lo anterior me surgen las siguientes preguntas: ¿Cómo sería encontrar relaciones torcidas o desviadas entre las coordenadas arriba, abajo, adentro, afuera? ¿Y si además de orientarnos la astrología pudiera desorientarnos? ¿Cuáles son esas otras líneas que, al alinearnos a ellas, nos hacen parecer rectxs?

Algunas puntas

Es importante entonces identificar qué parte nuestra se desorienta. Podríamos suponer que es el yo como forma fija que estructura el psiquismo, ese primer nivel de la función solar que se organiza alrededor de una autoimagen cristalizada. Volviendo al viaje zodiacal, es la consciencia leonina la que se desorienta en Virgo. Si esto esasí, necesitamos identificar en relación a qué se experimenta esa desorientación.

Podríamos pensar en una dimensión “externa” de rectitud y perpendicularidad con la que podemos o no estar alineadxs. Imagino que podría estar dada por los ejes Aries-Libra (varón-mujer) y Cáncer-Capricornio (mamá-papá) o bien, pensando en términos de planetas, el eje vertical Luna/Saturno y el horizontal Venus/Marte. Claro que es un terreno a investigar qué significaría, desde la mirada astrológica, estar alineadxs con esos ejes. ¿Identificarnos con las correspondientes imágenes? ¿Que nos quepa el arquetipo en el cuerpo? ¿Que si nazco con pito me quepa más el traje Marte/Saturno que el de Venus/Luna?

En palabras de Ahmed: “He vinculado la obligatoriedad de volverse heterosexual al trabajo de la genealogía, que conecta la línea de la descendencia entre xadres e hijxs con la afinidad con la pareja heterosexual como el punto de encuentro entre líneas verticales y horizontales del árbol familiar”7.

Pensar que esos ejes rectos y perpendiculares son también surcos o caminos que ya existen y que nos preceden nos permite entonces imaginar también la desviación como un movimiento que nos aleja de la inercia colectiva. Esto nos permite resolver, por ejemplo, las falsas disyuntivas “femenino” o “masculino”, “mamá” o “papá”, “varón” o “mujer” de maneras nuevas y más creativas.

Independientemente del “sexo” que nos haya sido asignado al nacer, o la manera en que compartamos sexualidad con otrxs, podemos pensar que eso que socialmente se percibe como “natural” es en realidad otra construcción social (u otro surco) que podríamos nombrar como biologicismo: la idea de que ciertos rasgos humanxs son “naturales” cuando en realidad, son una performance (o una dirección) que de tan repetida se invisibiliza como tal.

Este punto es importante porque alguien podría concluir que el objetivo de esta nota, o de cruzar la mirada astrológica con la mirada cuir, podría ser el de volver cuir las identidades, los cuerpos o las orientaciones de quienes no se perciben o nombran de esa manera. Por el contrario, el objetivo es transparentar que el zodíaco mismo implica un movimiento de giro que puede ser pensado como un gesto cuir: el enrollamiento virginiano.

Si a veces se trae la imagen de la tabla periódica de los elementos para ilustrar Virgo, una cuadrícula literalmente hecha de líneas perpendiculares verticales y horizontales, no es tan arriesgado pensar en el correlato pisciano de esa tabla como una grilla de sueños y anhelos que prometen finales felices. Sueños absolutizantes y que nos atraviesan los cuerpos, sueños que tienden a moverse en ciertas direcciones más que en otras. Anhelos neptunianos que muchas veces organizan nuestro movimiento sin que lo sepamos y que, aunque los frustremos, vuelven a armarse. En palabras de Ahmed, un gesto cuir “(...) puede permitir que aquellxs que se desvíen se encuentren mutuamente, como cuerpos que no siguen o no pueden seguir las líneas que se supone que conducen a finales felices.” 8 Y más adelante agrega: “Las vidas queer tienen que ver con el potencial de no seguir ciertos guiones convencionales sobre la familia, la herencia y la crianza de criaturas, donde ‘no seguir’ implica desorientación: inclina las cosas”9.

Ahora bien, otro peligro, nos advierte Sarah, sería “(...) asumir que la desviación siempre está del lado de lo progresista”10. Es fundamental, desde una mirada astrológica que podamos percibir que entre lo recto y lo oblicuo hay una relación o “cómo lo recto podría incluso depender de las inclinaciones queer para aparecer como recto”11. Esto es meternos con mucho compromiso en una temática bien uraniana que podría polarizarse: de un lado lo nuevo y lo diferente, del otro, lo viejo y lo conocido.

Entonces “¿qué tipo de compromiso (o astrología) sería un compromiso queer? Un compromiso para facilitar que la vida merezca la pena vivirse. Un compromiso para no presuponer que las vidas deban seguir ciertas líneas para ser consideradas vidas, en lugar de un compromiso con una línea de desviación.”12

Como astrólogoxs, atender el pulso controlador que quiere anticiparse y predecir, o ubicar y categorizar, es importante para que el lenguaje de la astrología, además de ubicarnos, pueda acercarnos aquello que está lejos, pueda volver nuestros bordes porosos para que cuando alguien cercanx nos acerca una información que no se corresponde con la imagen que tenemos de nosotrxs mismxs, nos penetre y nos transforme. “Después de todo, lo queer acontece precisamente cuando esa legislación fracasa, cuando los cuerpos se encuentran con aquello que quedaría apartado si siguiéramos las líneas que se nos han dado”13.


Notas

1. Haudricourt André, El cultivo de los gestos, Bardet Marie, Hacer mundos con gestos, Editorial Cactus, pág. 103.

2. Ahmed, Sarah; Fenomenología Queer; Edición pirata, pág. 138, la cita original es: “la diferencia descrita en términos de oposición mantiene los sexos en línea recta”.

3. Campion Nicholas, Astrology and Cosmology in the World 's Religions, New York University Press, pág. 19. La traducción es de chat gpt.

4. Ahmed Sarah, Fenomenología Queer, Edición pirata, pág. 96.

5. Ahmed, Sarah, Fenomenología Queer, Edición pirata, pág.97.

6. Ahmed, Sarah, Fenomenología Queer, Edición pirata, pág.98.

7. Ahmed, Sarah, Fenomenología Queer, Edición pirata, pág.132.

8. Ahmed, Sarah, Fenomenología Queer, Edición pirata, pág.150.

9. Ahmed, Sarah, Fenomenología Queer, Edición pirata, pág.243.

10. Ahmed, Sarah, Fenomenología Queer, Edición pirata, pág.239.

11. Ahmed, Sarah, Fenomenología Queer, Edición pirata, pág.151.

12. Ahmed, Sarah, Fenomenología Queer, Edición pirata, pág.244. El paréntesis es mío.

13. Ahmed, Sarah, Fenomenología Queer, Edición pirata, pág.206.


Fran Stella

Fran Stella

Fran Stella (Buenos Aires, 1993) es artista visual, performer y astrólogx. Investiga la relación entre el arte, la salud y la imagen a través de la pintura, el dibujo, la escritura, la performance y la consulta astrológica. Investiga también el cruce entre teoría cuir y la mirada astrológica.