De Lecciones de Astrología Latinoamericana: Caracas 1983
En todas las civilizaciones, en una u otra forma, el Nodo Lunar ha sido para los seres humanos el símbolo por excelencia de la intuición primaria, primitiva, acultural, directa. Como tal, expresa la Ley de la captación del mundo (o de cualquier parte de él) sin que intervenga el pensamiento, o la reflexión, ni siguiera la intención. En este sentido, el Nodo Lunar siempre ha sido asociado a la espontaneidad absoluta, al reflejo perfecto y exacto, a la concentración cabal e inmaculada, a la fluidez del ser que suprime el espacio y el tiempo y que se adelanta con maestría a cualquier fenómeno preso de temporalidad y territorio.
El Nodo Lunar representa la revelación de una naturaleza extraña y poderosa existente en cada persona, naturaleza que revela la posibilidad de estar siempre adecuado, de no dar cabida al error, de poder disfrutar en forma permanente de la disolución sujeto-objeto, de ser uno con el blanco (en la terminología más exterior de los divulgadores del Zen). En un mundo donde la experiencia es por lo común dolorosa y conflictiva (debido a la multiplicidad de errores mínimos en forma continua), el Nodo Lunar revela al hombre la capacidad que él tiene en sí mismo de reducir a cero todo error. En un mundo donde el ser humano percibe que el saber es difícil y la verdad evasiva, el Nodo Lunar le revela al hombre que son los sistemas especializados los que tornan al saber complejo, los que disfrazan a la verdad de inaccesible, pero que, desechados esos sistemas especializados del conocimiento y hecha la renuncia a obtener la verdad, entonces el hombre se da cuenta que él mismo es la verdad.
La Tradición está saturada de llamadas a abandonar las afiebradas búsquedas de la verdad, ella recalca que la Verdad es EL PRESENTE, que ni pasado ni futuro existen. Mientras permanece memoria e imaginación, el presente es un fragmento inasible de vanidad; pero en tanto el Nodo Lunar toma su papel, los generadores de ilusiones (pensamiento - memoria - imaginación, etc.) desaparecen quedando únicamente EL PRESENTE conteniendo - como el océano a la espuma de las olas - toda modalidad de Eternidad pensada, imaginada o recordada.
Es en esta línea de percepción que el Nodo Lunar está asociado al bulbo raquídeo, a la musculatura posterior del cuerpo (fundamentalmente la musculatura que sostiene la columna vertebral), a la expiración abdominal profunda, a la asombrosa precisión de los maestros de arte marcial, a los resultados de la concentración como método, a los KOANS de la enseñanza Zen en tanto que resueltos y no como enunciados, a la llamarada negra de la iluminación más no a su proceso, al sentimiento inasible y sin fin de un Hai-Ku más no a su forma ni su sonido, al inmóvil reflejo de la Luna permanentemente en movimiento en las aguas del río, a la poesía china de la dinastía T´ang, al perfecto vacío que todo lo contiene, a las pinceladas del Tao Te King en tanto que ejecutadas y no como significado, a los jardines Zen, al permanente abandono en permanente alerta, a todo lo que revela en un relámpago todo lo que es posible saber y sentir, a la ceremonia del Té japonés como totalidad y no como sucesión de fragmentos, al árbol del Chamán como centro del mundo, a la corazonada que atraviesa todo tipo de obstáculos imponiéndose con su certeza a todas las previsiones de las más rigurosas jornadas lógicas, a toda esa zona del Ser que la videncia y telepatía rasguñan en medio de deslumbrantes y agotadores desconciertos, en fin, a todos esos momentos donde el ser y el Ser son uno y donde el hombre comprende que nunca comenzó su peregrinaje pues "quien sale de su casa ya ha vuelto".
(Lecciones de Astrología Latinoamericana, Caracas 1983, Prof. G. Rosas)
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